martes, 8 de mayo de 2012

Hernán Rodríguez Velasco, Una derrota prevista: El espionaje militar republicano en la Guerra Civil española, 1936-1939 (Editorial Comares: Granada, 2012)


Hace 35 años de la publicación de Espionaje: España 1936-1939, un pequeño y modesto libro de bolsillo de la Editorial Bruguera donde por primera vez se trató de comprender cómo y de qué forma se crearon los servicios de inteligencia nacionales y republicanos. Las dificultades que entonces existían para la investigación de esta temática hizo que su autor Domingo Pastor Petit advirtiese al lector que "establecer la creación, historial y medios, así técnicos como financieros del SIM [Servicio de Inteligencia Militar], ha sido y es uno de los enigmas de mayor consideración de la guerra civil española." 

Enigma que deja de serlo gracias a la reciente publicación de Una derrota prevista: El espionaje militar republicano en la Guerra Civil española (Editorial Comares: Granada, 2012) del historiador Hernán Rodríguez Velasco (Zamora, 1980).

La historia militar de nuestra Guerra Civil sigue siendo la gran olvidada; arrinconada e incapaz de competir frente a la enorme bibliografía existente de temáticas de índole política. Doctorado en Historia por la Universidad de Salamanca y poseedor del prestigioso Máster de Estudios de Guerra del King's College de Londres, Hernán Rodríguez ha logrado transformar su tesis doctoral en un libro de amena y rápida lectura, y que cuya radical novedad no dejará indiferente a todos aquellos interesados en profundizar en la complejidad de la derrota republicana.

En este trabajo se hace justicia a la figura del Coronel Manuel Estrada Manchón. Veterano de la Guerra de Marruecos y diplomado de Estado Mayor, se encontraba destinado como comandante en el Ministerio de Guerra en el verano de 1936. Masón y perteneciente al sindicato de UGT desde 1933 (aunque la guerra le hizo pasarse a los comunistas del PCE), se le designa Jefe de la Sección de Información del Estado Mayor del Ministerio de Guerra y se le ordena organizar la captación y análisis de toda información, que en aquellos momentos era gigantesca en volumen, a la vez que confusa y poco fiable.

El colapso de la autoridad del gobierno de Madrid tuvo también su efecto negativo en los servicios de inteligencia. El gobierno vasco creaba su propio servicio de información que, independientemente del acierto o error de sus valoraciones, sería constantemente cuestionado e ignorado por las fuerzas gubernamentales del Ejército del Norte comandadas por Llano de la Encomienda.

Sin embargo, los éxitos organizativos del Coronel Manuel Estrada al frente de la Segunda Sección de Información, ampliando sus cometidos y responsabidades a tres negociados, información militar general, Servicio Secreto y Contraespionaje, no eran suficientes frente a la "falta de ayuda exterior [soviética en su mayoría] y con unas capacidades propias mermadas (la desproporción armamentística y material con el enemigo era cada vez mayor)". También se crearon los Servicios de Información Especial Periférico (SIEP) y el Especial Estratégico (SIEE), para cubrir las zonas de retaguardia cercanas al frente (80-100 km de profundidad) y las zonas firmemente controladas por el enemiga profunda y sus aliados, respectivamente.

A mediados de 1938, "Estrada se sentía solo y en el último año llegó a estar "deprimido y desmoralizado", [...] ni el Gobierno ni el partido tomaban en serio sus advertencias". Vicente Rojo se oponía a su recomendación de centralizar todas las secciones y servicios de información de cada unidad y del Ejército bajo su mando, tenía miedo a no poder controlarlo. Estrada quería un organismo único e independiente del criterio que cada general aplicaba a las segundas secciones de sus respectivos estados mayores.

La labor del Coronel Estrada fue magnífica y su capacidad para prever los movimientos de los nacionales, así como para contribuir eficazmente con información sobre las zonas donde se desarrollaron las ofensivas sorpresa de los republicanos en Brunete, Belchite, Teruel y Ebro, "resultó útil y eficaz", aunque inútil para que la República ganase la guerra.

Con todo se echa de menos en esta obra alguna mención sobre los éxitos y fracasos del espionaje republicano en la retaguardia y dentro de sus líneas, así como alguna reflexión sobre si existió o no alguna influencia de los servicios de espionaje soviéticos en la estructura y funcionamiento en los de la República. No estaría mal tampoco alguna sección sobre el uso del "engaño" (deception, mock operations) para confundir al enemigo.

Algunas de las conclusiones del autor sobre las razones que explicarían el limitado impacto de las buenas informaciones del Coronel Estrada no están muy elaboradas. La superioridad material de los nacionales, la escasa disciplina de las unidades republicanas, los personalismos de Franco y Rojo, la poca originalidad a la hora de elegir objetivos militares, etc., son argumentos que llevan camino de convertirse en artículos de fe y que en absoluto explican comportamientos tan dispares de hombres que antes del comienzo de la guerra formaban parte de un único ejército y habían sido instruidos y formados de la misma forma, aunque esta es otra historia.

Buen trabajo y muy recomendable su lectura. Esperaremos pacientemente el próximo trabajo de Hernán Rodríguez.

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